miércoles, 8 de julio de 2015

El amor: testigo de nuestra existencia. Solo una teoría...

Nuestro paso por el universo se podría describir como un simple pestañeo de éste. Y sin embargo, cuán relevante nos parece nuestra existencia.

Apenas una gota de agua en un inmenso océano de vida; pero éste no solo compuesto por partículas de agua, sino también por infinidad de peces de diferentes formas y colores, corales marinos e incluso sirenas atrapadas entre dos vidas; apenas el sonido de un latir roto por la ausencia, apenas una inspiración cortada por la añoranza de lo que un día fue y ya no volverá; apenas el momento que dura el sabor del ultimo beso; apenas el tiempo de un recuerdo que eriza la piel. 

Hacer partícipe a alguien de nuestro paso por la vida, testigo de nuestra existencia. Un intento irrelevante, una lucha perdida de antemano, pues el enemigo es el tiempo invencible. Quizás sea este el motivo de la perpetua búsqueda del amor por el ser humano, la búsqueda del conjunto, de la unión, de la pareja que presencie nuestra vida, la que sea testigo de nuestra presencia en el universo.

El enamoramiento es esa etapa necesaria, evolutivamente hablando, para que dos personas permanezcan juntos el tiempo suficiente para que la especie se reproduzca; de ahí la duración de ese estado tan maravilloso en el que la otra persona queda idealizada y es perfecta. El enamoramiento tiene una duración limitada. Llega para cumplir una misión y posteriormente sucumbe ante el amor o ante el olvido.

El amor es diferente. El amor es “a pesar de todo.” El amor es ese sentimiento generado por el afecto, el cariño, la compasión, la bondad, la honestidad, la confianza. Es ese momento en el que cierras los ojos y el corazón vibra por la otra persona, a pesar de todo. A pesar de que la conoces, con sus fallos, sus carencias y sus debilidades. Es el más bello y profundo de los sentimientos, y el más difícil de generar; pues para que una relación perdure en el tiempo el amor tiene que llegar antes de que el enamoramiento fallezca. Y vivimos en un momento que marca tiempos contrapuestos que impiden o complican la llegada del amor. Aquí podéis ver cómo ocurre esto.

Y en nuestra búsqueda incesante por el amor existe un enemigo cruel y despiadado que hay que combatir y aniquilar. La indiferencia.

No es el odio el enemigo del amor, sino la indiferencia, la trágica indiferencia. Pues nada más castiga a quien anhela amor, testigo de su existencia. Porque eso significa para él que no ha vivido, que no ha existido, que su paso por la tierra no ha servido de nada, ha sido en vano. La indiferencia es un castigo, el peor castigo que se le puede dar a una persona. La indiferencia es, como diría un amigo, “la ausencia de sentimientos. Desde la indiferencia nunca se construyó nada bello”.

Pero, ¿qué tiene que ver la indiferencia en todo esto?

Pues que el amor no debe circunscribirse y limitarse a las relaciones de pareja. Podríamos expandirnos aún más, expandirnos frente al universo en forma de amor. No podemos sentir indiferencia, aunque ésta sea la ausencia de sentimientos, por aquellos quienes sufren porque así estamos matando el amor, el testigo de nuestra existencia.



Simplemente una teoría…

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