La Partida...
Creencias arraigadas que ensucian nuestro
interior, nuestro lado más profundo, escondidas en la cara invisible de
nosotros mismos, cual costra sumergida del bello buque que no encontró los
cuidados precisos para que su belleza fuera algo más que innecesaria y
superficial. Esa belleza encubre, oculta, disimula, miente sobre la verdadera
esencia que debe permanecer en cada uno de nosotros. Una mirada al interior
antes de partir, pulir el casco, o el alma, ¡qué
más da!, y descubrir esa sensación prodigiosa de saber que vamos a emprender el
viaje limpios, sin fracturas ocultas en la base firme y sólida que marque y
garantice la estabilidad necesaria, para mantenernos a flote durante el tiempo
requerido.
Hace horas que tu equipaje precipitado decora tu camarote,
impregnándolo del aroma a despedida. La ropa, desordenada como los recuerdos,
yace desperdigada por cada rincón de éste tu cálido aposento, y por cada
suspiro de mar que inhalas, un pedacito de mí te llevas.
Toma aire, sumérgete antes de partir, asegúrate
de que en las oscuras noches de alta mar, entre las mecidas y onduladas
marejadas que encontrarás en el viaje, no percibas esa sensación de que algo
debió olvidarse entre la inquietud, la prontitud y la inmediatez de tu partida.
¿Qué puede pasar si ahora bajas ahí? ¿Temes
encontrar algo que no te guste y que tu idea de viaje soñado se vea truncado?
No temas aun, porque el barco, aunque ahora quieto y seguro en buen puerto,
sigue a flote en estos momentos. Pero, ¿y si limpias esa costra impregnada y
adherida que todos los viajes anteriores han ido acumulando? Podrías así
reparar aquellas pequeñas fracturas, y no temer a las noches a solas, a las
lunas oscuras, a los recuerdos punzantes.
Y yo estoy ahí, afuera, en la distancia, tras
la multitud que te ve partir. Siento cada uno de los abrazos, cada una de las
despedidas, los hasta pronto, los hasta siempre. Una sensación de vacío, de zozobra
y desasosiego por no haber podido disponer de un minuto para descender, para
sumergirnos, los dos, juntos en el silencio de las profundidades, en la quietud
de unas aguas tranquilas, contraste de las enturbiadas por el frenesí y la
excitación de la superficie. Abajo, los dos, con el único sonido del respirar,
con solo una mirada, podríamos haber limpiado y reparado las herida de nuestro
último viaje.
El tiempo corre en nuestra contra, porque el
tiempo no retrocede, no se recupera, no se recicla, ni se presta, ni se roba,
simplemente se va, te abandona. Ya es mañana, ya corresponden al pasado estas
palabras de esperanza, la esperanza de un marinero sin viaje, un peregrino sin
zurrón, un caballero sin espada, un amado sin amada, un ladrón buscando un
perdón.
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